martes, 28 de julio de 2009

Homecoming


Llegaron con tormenta pero en unas horas, milagrosamente, se hizo verano. Miramos las fotos de su primera jornada en Bruselas y parece increible que fuesen del mismo día. En unas paraguas y chaquetas, en otras tirantes y gafas de sol.

Ayer dormí no más de tres horas. El día amaneció despejado y soleado pero la falta de sueño y un colchón viejo me hacían ver demasiadas nubes. Acompañé a Cristina y Teresa hasta la Gare du Midi, donde debían coger el bus que las llevase a Charleroi. Ahí esperamos unos quince minutos a que la chofer volviese de desayunar y entonces las despedí, me dí media vuelta y volví al metro. Unas horas después la lluvia volvía a Bruselas.

Los días precedentes habían sido agotadores.

El Viernes no madrugamos, aunque yo dormí menos horas de lo que normalmente habría dormido, y a las 11 de la mañana estaba en pie. Entonces fui a comprar unas pizzas y comimos cómodos y baratos en la residencia. La tarde la echamos en el Atomium y la noche, cómo no, en el Delirium.





El Sábado tampoco madrugamos. Viendo lo rápido que se pasaban las horas en el Delirium, informé a las visitantes de que para conocer Gante no era necesario pegarse un madrugón y que bastaba con pillar el tren a la hora de comer. Como tampoco hacía falta mucho esfuerzo para disuadirlas de la idea de madrugar y se fiaron de mí. No fue hasta bien pasado el medio día que cogimos el tren. Gante, como ya os conté en su día, es una ciudad que sorprende. Te sorprende porque por alguna razón todo el mundo habla de Brujas y al no esperar gran cosa te quedas chocado. Como no podía ser de otra forma, la ciudad les impresionó. Pero no es una gran ciudad y los principales puntos que deben ser visitados están muy cerca el uno del otro conformando una panorámica que en muchas ocasiones te desborda. Mires donde mires todos los edificios son impresionantes, castillos, torres, iglesias, puentes... pero como digo esto es porque todo está concentrado en una misma área. La ciudad por lo tanto se visita en una tarde, pero es que ese día además, Gante estaba celebrando aún sus fiestas que duran 10 días, y la ciudad era completamente distinta a la que había visitado en junio. El centro era un hervidero de turistas y curiosos que se arremolinaban en torno a las decenas de conciertos y espectáculos que salpicaban la ciudad histórica. Niños tocando violines y flautas, escoceses con sus gaitas y atuendos típicos, música latinoamericana, bailarines de break dance... cada cien metros, un show. Pero donde se concentraba el espectáculo era a ambas orillas del canal, donde las terrazas y la música te invitaban a pensar que tal vez Gante hubiese sido movida del mapa unos cuantos cientos de kilómetros al sur. Ahí vi a algunos pasear con una soga al cuello. Era una cuerda blanca y negra y me llamó mucho la atención y me gustó, así que me compré una igual y, como las chicas se volvieron locas con una pulsera que habían visto, le compré otra igual a mi hermana. Ese día volvimos a Bruselas apurando al límite y pensando que a las 00.00 pasaba el último bus que nos podía llevar a la residencia, y como antes del bus teníamos que coger un tren y un metro, dejamos Gante sobre las diez de la noche, apurando digo, pero sin miedo a perder el tren, al fin y al cabo quedarse hasta las cinco de la mañana en una ciudad tan animada no nos habría supuesto ningún trauma.







El Domingo también me levanté sorprendentemente pronto. Sobre las nueve estaba en pie. La noche anterior no habíamos salido porque habíamos utilizado el último bus para ir a la resi, así que las comunicaciones con el centro estaban cortadas. Daba igual, trasladamos la fiesta a la residencia así que tampoco nos fuimos a dormir temprano. Aún así nos levantamos relativamente pronto. El día se presentaba muy relajado. Ya habíamos visto prácticamente todo lo que había que ver en Bruselas, habíamos subido al Atomium y habíamos visitado Gante. Así que, como ellas querían un día para ir de compras, nos fuimos de cabeza al centro. Los chocolates no podían faltar en la lista de la compra y ante la vorágine consumista de las señoras, pensé que mejor no dejarlo para el último momento y comprar, ya que estábamos, los chocolates que llevar a Palma. La mejor compra sin duda fue la placa del Delirium que compró Cris. Ni miniaturas del Manneken, ni reproducciones del Atomium, ni postales de la Grand Place... lo mejor es comprarse la placa del Delirium Tremens. Cuando se saciaron nos dirigimos, yo con mi bolsita pequeña y ellas cargadas con puñados de bolsas, a la Grand Place, donde nos tomamos una cerveza en una terraza antes de volver, cómo no, al Delirium, donde hemos pasado más horas que en la residencia y donde se despidieron de Bruselas.

Esa noche dormí no más de tres horas. El día amaneció despejado y soleado... y el resto de la historia ya os la sabeis.



3 comentarios:

Paquito dijo...

Vamos, lo que viene siendo que te lo pasaste teta :-))

Con estas narraciones espoleas más si cabe mi curiosidad y acabaré plantándome un día en Flandes, por aquello de seguir campeando por los dominios del emperador (con dos y un palito, ya sabes :-)).

Haces muy bien gamberrete: ¡Claro que sí! ¡Genial historia! :-))

Un abrazo enorme,

Paquito.

Isabel mamá de Laura dijo...

Uoooo Germanitx! ya veo que todas las visitas aprovechan bien el tiempo entre fiestas y turismo!
Gante se vé muy distinto con tanta gente por la calle y espectáculos.
Anda q te fuiste de compras!!!!!!!! conmigo nunca quieres ir :p Aún me acuerdo en Florencia que tú y el marmotitx no me dejasteis pisar ni una tienda!

Germán Van der Walle dijo...

Hola Paquito,

La verdad es que sí, nos lo pasamos super bien. Mejor incluso de lo que el cuerpo puede aguantar jajaja.

Hola Isa,

Jajajajaja pero pq las compras que querían hacer estas eran souvenirs no irse de tiendas jajajajaj. Gante parecía otra ciudad, la verdad... aprovechamos bien el tiempo.