viernes, 2 de octubre de 2009

FR 9338

A las 6 de la mañana ya estaba yo haciendo cola para recoger mi acreditación como Gnomo Rastreador no sin cierta prisa… aunque aún no había salido de las instalaciones del europarlamento la sección de personal me parecía otro mundo. ¿Y usted quiere ser Rastreador a su edad? Me preguntaba con incredulidad una antipática Gnomo de Ventanilla. Pues sí, le dije yo muy orgulloso, para ello me requieren. No sin cierta muesca de desprecio, la joven me facilitó un documento que debía firmar después de leerlo… las normas básicas del Gnomo Rastreador eran dos: no interferir en la vida del sujeto rastreado y no leer sus pensamientos. Firmé. Unos segundos después la muchacha me hacía entrega de mi nueva acreditación profesional mientras me despedía de mi antiguo carnet de Hemeroteco y jóvenes Gnomos con cincuenta años menos que yo se arremolinaban admirando esa placa amarilla que en unos segundos les catalogarían como profesionales por primera vez. Y por primera vez en más de seis décadas iba a ver la luz del sol.

jueves, 1 de octubre de 2009

La Mer

Así que estaba yo en mi rinconcito, el mismo que ocupo desde hace sesenta años, atareado con documentos y libros cuando de repente y sin esperarlo, suena el teléfono. Al otro lado del hilo una desconocida voz femenina de edad indeterminable me cambió la vida. No es que no fuese feliz en las catacumbas del parlamento europeo dedicándome a recopilar información de archivo, lo que vosotros conoceis como hemeroteca, es solo que a mi edad apetecen nuevos retos, y este, desde luego lo era. La misteriosa mujer no fue generosa en cuanto a información, pero no tengo por costumbre importunar con preguntas. Solo me dijo que un tal Geshcann dejó de contar su vida en un blog porque con su nuevo trabajo no encontraba apenas tiempo, y que, como el tipo es un poco tarambana, alguien tenía que vigilarlo de cerca, a escondidas sí, pero de cerca. ¿Y por qué yo, señora? Porque nadie conoce mejor Bruselas, porque nadie muestra más empeño en su labor y porque nadie sabe ser más discreto. Y cómo he de nombrar a la señora que de tanta ilusión me colma, que tan cálidas palabras me dedica y que tanta certidumbre deposita en mí. Y aún sabiendo que no era su verdadero nombre, milady respondió: llamadme Madame La Mer. Henchido de orgullo metí mis pocas pertenencias en un saquito y me despedí de mis colegas en los sótanos del europarlamento mientras me preguntaba cómo sería el mundo ahí fuera y, sonriendo con los ojos, silbaba la melodía de Charles Trénet que tantísimas veces había escuchado en mi vieja radio, la mer qu'on voit danser le long des golfes clairs. En unas pocas horas el tal Geshcann debía llegar a Bruselas y a partir de entonces yo sería su discreta sombra. Sí, yo te contaré lo que hace y lo que deja de hacer, sus pasos y sus movimientos, a dónde va y de dónde viene. Esa es mi nueva faena y empieza en unas horas así que te remito a mi primer informe. ¡Por cierto! Mi nombre es Odd, Odd Fortun, y soy un Gnomo.