martes, 1 de noviembre de 2011

Every man for himself

Termina Octubre con sol y empieza Noviembre con lluvia. ¿Hablas solo del tiempo? Me preguntaría uno que yo me sé. Sí, también. Empezamos el otoño con planes, proyectos, ideas e ilusiones. Unas se cumplen, las otras se cumplirán. O no. Un Octubre más pero con escenarios y personajes nuevos.

Terminaba 2010 con un 'Every man for himself' y decía que vienen para quedarse, aunque se marchen aquí se quedan los trozos de fuselaje, en San Borondón, y con ellos construímos nuestros refugios. El mío ha cambiado mucho y varias veces desde entonces, incluso hay quienes me ofrecieron los suyos con una generosidad deslumbrante. Pero ahora tengo el mío, lleno de las mismas cajas y maletas que me han seguido durante dos años y medio . También hay algunas nuevas. Y también hay sitio para las que vengan. Un espacio totalmente nuevo y renovado para empezar a llenar de recuerdos desde ya.






miércoles, 31 de agosto de 2011

Bye Bye

Llegué en primavera recordando mis pasos en Bruselas. Este era mi espacio, el mío, por vez primera. Y lo fui haciendo cada vez más mío. Ahora, tras seis meses, todo está envuelto en bolsas del Carrefour. Las sábanas, las plantas, mis camisas, mi traje, la cafetera, las gafas, las perchas, la alfombra, el paraguas, los posters... No ocupa tanto espacio al fin y al cabo.














jueves, 11 de agosto de 2011

1 año

¡Ya he cumplido un año! El nueve de agosto de 2010 desayuné en Palma y comí en Bruselas. Recuerdo perfectamente esa última noche. Las dudas, los miedos y la responsabilidad. Aquel era el último intento. ¿Será una locura? ¿Valdrá la pena tanto sacrificio por una colaboración de tres semanas? Ya ha pasado un año y sí, estamos mucho mejor que estábamos. Valió la pena. Han pasado muchísimas cosas desde entonces, la primera y obvia, el tiempo. Pero volvemos a estar ante un gran reto. A los españoles nos pasa una cosa, tropezamos una y otra vez con las mismas fechas.

Ubicación:Liefdadigheidsstraat,Saint-Josse-ten-Noode,Bélgica

viernes, 29 de julio de 2011

Calm Down Dear







Dicen que la crisis acabará tarde o temprano pero a mí ahora me quema más que nunca. Los datos económicos dibujan la falsa mejoría que precede al deceso y sostienen el discurso de que debemos felicitarnos porque caemos más despacio que antes. A este declive en barrena le han saltado los paracaídas pero el suelo aún no se ve y el piloto está grogui. Por muy cerca que estemos del mil veces prometido brote verde, quienes llevan aguantando el chaparrón desde 2008 ya no pueden con su alma. Y aquí estoy yo haciendo mudanza en tiempo de crisis, cuando lo que toca es estarse quietecito, sin saber si el paso obligado será para adelante o para atrás. Pero en estas llega una alegría, una placa decorativa que encargué hace tres semanas por internet que daba por perdida ha encontrado su camino hacia mis manos. La placa, en honor a los despavoridos londinenses de hace 70 años me pide cariñosamente que me calme, al fin y al cabo solo es una recesión.

miércoles, 27 de julio de 2011

Lo sabía


Se trataba de encontrar muebles para la nueva oficina, pero a mí el bambú siempre me había fascinado. Lo mismo es por ese verde tan vivo, por esa espiral tan zen o simplemente por la forma de crecer tan decidida hacia arriba. Estábamos cargando el maletero hasta lo imposible cuando entonces ocurrió la catástrofe: una tabla inestable, un descuido, una puerta que se cierra y ¡ZAS! una planta de bambú decapitada. Sin raíces y sin tallo. Una estaca sin futuro, sin posibilidades, que ya no servía ni para decorar. Pero me negué a abandonarla ahí mismo, en un aparcamiento, como me sugerían. Si es verdad que esta planta trae suerte, por qué no iba a tener suerte la propia planta. Tenía que tenerla.



Ya en abril la pudisteis ver instalada en casa junto a dos prometedores tallos, rota y abierta, pero aún verde. Y pasó el tiempo, y pasaron las semanas y los meses, y resistí cada tentación de deshacerme de
ella. Mientras estuviese viva había esperanza. Tenía que haberla. Entonces un día vi algo que parecía ser un esbirro de raíz asomar a los pies del palo verde, porque aquello ni era bambú, ni era planta, ni era nada. Y cada mañana rechazaba la idea de tirarlo a la basura y mantenía ese tronco roto en medio
del salón. Y en silencio le animaba y alentaba.


Y ahí lo tenemos. Un brote, delicadísimo, frágil e insignificante al lado de las espléndidas hojas de sus compañeros, pero un brote que vale el doble. Era solo cuestión de tiempo. Y paciencia. Y confianza. Pero tenía que brotar, yo lo sabía. Ahora ya solo tiene el cielo como límite.