domingo, 29 de mayo de 2011

Kobenhavn V: Anybody can be a Copenhagener

Esa es la conclusión y aquí acaba este cuento. El quinto día, ya sin Teresa, lo pasamos en la vecina localidad sueca de Malmo. Dos países que no se pierden de vista unidos por un puente físico y mil sentimentales.


sábado, 28 de mayo de 2011

Kobenhavn IV: a roller coaster

Cuando el pueblo se divierte, no piensa en política. Eso le dijo un tipo danés a su Rey a mediados del Siglo XIX. Y el Rey construyó un parque de atracciones. Los Jardines de Tivoli albergan uno de los parques de atracciones más antiguos de Europa. Después de la hiperactividad de los días previos, nada mejor que pasar la jornada al borde de un infarto.



jueves, 19 de mayo de 2011

København III: Por quién doblan las campanas

Fachada Iglesia de Jerusalen
Y quien dice mañana dice en dos semanas... tarde pero aquí estoy.

Contra todo pronóstico el domingo a las 9 de mañana estaba en la puerta de la Iglesia de Jerusalen. Los otros se habían quedado durmiendo y el danés llegaba tarde, así que ahí estaba yo desmontando tópicos sobre la pereza de los españoles. Cuando ya estaban sonando varias iglesias apareció el lugareño apresurado, me llevó a matacaballo al interior de la Iglesia y me presentó al ministro, que no es miembro del gobierno, sino que es como llaman al sacerdote que dirige la misa. Y acto seguido corriendo hacia el campanario. Y venga a subir escaleras...

sábado, 7 de mayo de 2011

København II: La Sirenita

El sábado, hace ahora una semana, nos levantamos relativamente temprano. Después de desayunar arrancamos hacia un destino claro y conocido: La Sirenita.


viernes, 6 de mayo de 2011

København I: shocked!

Era un viaje muy planeado pero absolutamente sorprendente e inesperado. Dinamarca, Copenhague. Yo llegué el primero, como con ganas, el ansia viva, a las 13.00 de un viernes. Dos horas bajo el sol en la puerta del aeropuerto fueron suficientes para que Cristina y yo nos pusiéramos al día. Entonces llegó Teresa. Comimos como caninos en el Burguer del mismo aeropuerto y marchamos al centro. Alex llegaba demasiado tarde como para esperarle ahí. La primera impresión fue la de choque... ¿étnico? ¡Esta gente es muy diferente físicamente a nosotros! Pero un choque bueno al fín y al cabo... La segunda impresión fue aún mejor: calles amplias, limpias, luminosas... carriles bici cuidados, protegidos del tráfico y amplios. Un enorme solazo y multitudes en las calles. Solo tuvimos que sacar el plano para llevarnos la tercera impresión: una amabilidad exquisita. Una vez recogimos a Alex y visitamos el centro, pudimos conocer la ciudad y su gente más en detalle.






Nuestro medio de transporte fue la bici, gracias a los compañeros erasmus de Cris que nos las cedieron mientras ellos viajaban por Europa del Este. Uno de nuestros primeros objetivos fue el barrio de Christiania, un lugar único en el mundo. Lo que hace especial a este vecindario es que se autodeclara independiente. Cuentan incluso con bandera propia.

Cris tiene muchísimas cualidades, pero la orientación no es una de ellas... nos perdimos varias veces entre los canales y los puentes y claro, moviéndote en bici en una ciudad que es nueva puedes cometer errores, saltarte normas que desconocs y molestar a los autóctonos. Nos paramos donde y cuando no debíamos, íbamos despacio en el carril rápido, tárdabamos en arrancar cuando el semáforo se ponía verde... pero ni un solo reproche o mala cara, más aún, sonrisas y manos tendidas. Era desplegar el mapa y tener a un danés ofreciendo su ayuda inmediatamente. Llegamos a Christiania. A la entrada de esta enorme comuna hippy un letrero te saluda como si abandonases la Unión Europea. El barrio, en el que no entra ningún cuerpo de seguridad danés, ni policía ni bomberos ni militares, es un mercado legal de drogas y una taberna gigante. En torno a un par de calles se arrejuntan puestos hippies, enormes barracas con música, grafitis, tascas... borrachos, perroflautas y fumetas son sus pobladores. Las fotos están prohibidas. Pero basta con avanzar un poco en este barrio tan pintoresco para encontrarse con las viviendas de quienes ahí habitan. Casas plenamente integradas en la naturaleza, de formas y estructuras únicas. Puertas abiertas y jardines sin vallas. Lo público y lo privado se confunde. Casas en los árboles, embarcaderos en los lagos, regaderas colgando de las ramas... si la primera parte de Christiania, la de los porros y los tenderetes, parecía un escenario de la película d Mad Max, ahora estábamos en un cuento de fantasía... a la salida de Christiania, tras atravesar un arco en el que ponía 'Bienvenido a la UE', volvíamos a estar en la civilización. Tráfico, leyes, normas, y policía. ¡Cuánto orden! ¡Qué alivio!