viernes, 31 de diciembre de 2010

martes, 21 de diciembre de 2010

Every man for himself


Lo primero era encontrar una playa desierta. Un poco sobresaturada pero perfecta para añadir todo lo que necesitaba. Un avión ladeado, vegetación y unas salpicaduras. Eran las piezas que necesitaba para hacer una copia en la pantalla de la foto que ya tenía en la cabeza.  Para sentarme delante del Photoshop necesito tener el puzzle en  mente antes de ponerme a buscar piezas. Y el puzzle viene cuando quiere, o cuando le dejan. Ya da igual que sea una botella flotando entre olas picadas o un avión que a penas ha rozado la superficie del agua, la idea es de movimiento, bastaría un segundo para que se hundiera la botella o desapareciera el avión. Estamos en San Borondón desde hace 130 días. Tierra de nadie. Muchos de los que quieren venir no encuentran la forma mientras otros, como quien escribe, llegan sin querer y aqui se quedan... Todo estaba tranquilo, como siempre, una mañana más en su rutina. Las hojas de las palmeras se mecían suavemente mientras una mariposa revoloteaba entre las orquídeas. Esta isla era un remanso de paz. Entonces pasó. Con un estruendo como un relámpago y el ruido del metal que se dobla bajo el agua, se rompió la monotonía. Nuevas caras, personas dispuestas a poner tu vida patas arriba para bien o para mal. Sus vidas no empiezan en la isla sino que llegan con las maletas llenas de experiencias, vivencias, lecciones aprendidas y suspensos. Se camuflan entre la vejetación o prenden fuego al bosque, o ambas cosas a la vez. Vienen para quedarse, aunque se vayan, se quedan sus susurros. Aunque sigan llenando sus maletas con capítulos en tierra firme mientras aquí alguien les recuerde seguirán siendo parte de la isla.  Whatever happened, happened. Aquí se quedan conmigo los trozos del fuselaje, tal vez me sirvan para hacerme un refugio con ellos. Bienvenidos sean los que llegaron. Y hasta siempre



domingo, 19 de diciembre de 2010

Bruselas blanca





Lo llevo diciendo desde hace tiempo, una de las mejores cosas que tiene Bruselas es cómo va cambiando de color con las estaciones. Ya visteis la primavera y recientemente el otoño. Ahora la ciudad vuelve a cambiar de color y se viste de blanco... los mismos lugares parecen otros en unas pocas semanas...




viernes, 17 de diciembre de 2010

Las huellas


Posiblemente dentro de miles de años los hombres del futuro estudien y analicen las paredes de El Vergel como ahora hacen en Atapuerca. Entonces leerán mensajes en lenguas muertas como el holandés, el francés o el español, y si son auténticos eruditos entenderán el cabreo de quienes perdieron el mundial de fútbol en 2010, la angustia de quienes no quieren una Bélgica partida y la poca elegancia de quienes se desplazan cientos de kilómetros para calificar de 'maricón' al eterno madridista ahora figura del Besiktas. Como los dinosaurios, hay que seleccionar donde dejar tu huella para que perviva, pues no es lo mismo un lodazal fresco que una roca inerte. No creo que los muros de El Vergel aguanten lo que ha aguantado Altamira, pero no deja de ser bonito pensarlo.

lunes, 13 de diciembre de 2010

domingo, 12 de diciembre de 2010

Los elefantes de Bruselas

Montarse en barco en el siglo XIX no es como hacerlo ahora. La travesía entonces era tan importante como lo que pasaría al llegar a puerto y estaba llena de peligros y amenazas que convertían en intrépidos valientes a quienes se proponían cruzar el oceáno. Los viajes en los modernos transatlánticos, en los rapidísimos aviones o en los trenes de alta velocidad, obsesionados con llegar al destino lo antes posible, han quitado ese halo de aventura al viaje en sí mismo. A algunas personas el mar les encierra y comprime, a otras nos ofrece un espacio amplio, limpio y libre. No podía ser de otra forma, el primer poster que decorase mi habitación en Bruselas tenía que ser el de un gran barco de los de antes, de los que servían tanto como transporte como para aventura.